En la segunda mitad de los 80s, estando yo en plena adolescencia, llegó a Colombia y, en general, a Latinoamérica, el fenómeno del rock en español. De repente, en 88.9 FM, la emisora que se enorgullecía por transmitir todos los sábados, en vivo y en inglés, el American Top 40, empezaron a sonar canciones en español. ¡En español! Charly García, Miguel Mateos, Soda Stereo, Prisioneros, Los Toreros Muertos, Hombres G y, eventualmente, también algunos colombianos, siendo pioneros Compañía Ilimitada y Pasaporte. Las productoras de televisión, con el olfato siempre atento a las modas y al mercado juvenil seguramente empezaron a explorar cómo aprovecharse de esta euforia. Fue así como, en 1989, después de su exitoso paso por la telenovela Gallito Ramírez y antes de su llegada a la novela Escalona, que significaría después su paso al estrellato como cantante de vallenato, Carlos Vives actuó en un dramatizado de corta duración llamado Loca Pasión - L.P. El programa abría con Yo no quiero volverme tan loco de Charly García y mostraba la vida de un cantante que aspiraba a ser una estrella de rock, abriéndose paso cantando en los bares de Bogotá. Cuento todo esto para contarles acerca de dos ensambles, La Sociedad y el Ensamble Barroco de Bogotá, grupos que transitan por los escenarios capitalinos interpretando dos extremos del espectro de la música de concierto* - la música antigua y la música contemporánea. Poco Beethoven, poco Schubert, poco Brahms con estos grupos.
En tan solo dos días, el viernes 1° de marzo y el sábado 2 de marzo pasados, tuve la oportunidad de escuchar a los dos ensambles en conciertos organizados en diferentes salas de Bogotá - el Auditorio Alberto Lleras de la Universidad de los Andes y el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo. Ambos ensambles están conformados por artistas residentes en Bogotá, la mayoría de ellos colombianos, todos egresados de los diferentes programas de música que tiene el país, y varios con experiencia en orquestas profesionales, en otros ensambles y también con mucha experiencia docente.
El primer concierto, el de La Sociedad, marcaba el lanzamiento de un disco, Cuatro senderos, fonograma con obras de los compositores Pedro Felipe Ramírez, Roberto Rubio, Gustavo Parra y Horacio Lapidus - todos presentes en la sala para la ocasión. Siempre es interesante escuchar obras desconocidas y ver a nuestros músicos comprometerse a colaborar y a retarse con lenguajes diferentes. Por su lado, el concierto del Ensamble Barroco de Bogotá abordó música de Albinoni, Vivaldi, Bach, Telemann y Händel, con la participación de diferentes solistas, resaltando así el interesante surgimiento de este formato en el Barroco europeo. El concierto contó con la actuación especial de Alfredo Bernardini como director del ensamble y solista.
En el caso del concierto de La Sociedad me hicieron falta muchas más dinámicas, mucha menos lectura (o más bien, mucha más soltura) y, quizás, una menor fidelidad al tempo marcado en las partituras. El ensamble trabaja con metrónomo en vivo (todos tiene un sistema de monitoreo con el clic del metrónomo mientras tocan las obras). Esto puede ser muy útil para poder trabajar sin director, y poder exigir una fidelidad a la música escrita y al rigor de la partitura, pero creo que en este concierto introdujo un elemento frío, controlador y absorbente de naturalidad en la interpretación. Valdría la pena que el ensamble experimentara con dejar este útil recurso de lado en algunas obras - a ver qué pasa. Obviamente, hay algunas obras cuyo fundamento y elemento estructural es la moción hacia adelante empujada por un pulso constante que se ven muy favorecidas por el uso de esta herramienta - quizás a lo que invito es a darse el gusto (y el susto) de apartarse de ella de vez en cuando. También, en algún momento del concierto que incluyó un bajo eléctrico se perdió el balance entre los instrumentos acústicos y el bajo - para tenerlo en cuenta para futuras ocasiones.
En el concierto del Ensamble Barroco de Bogotá fue muy grato ver a un público diverso en edades acercándose a este repertorio y también ver a familias completas yendo a escuchar un conciertos con estas obras. Han sido muy pocos los ensambles de música antigua que han existido en el país y pocos los que se han beneficiado del nivel de especialidad que tenemos hoy cuando ya contamos con muchos músicos que han estudiado en escuelas que se concentran en enseñar interpretación con criterio histórico. En general este concierto fue un buen aporte para el público bogotano, que pocas veces puede escuchar tantos conciertos solistas barrocos, empezando por poder escuchar un concierto de órgano de Händel, en manos de Eleonora Rueda, interpretado en el órgano positivo que tiene el Teatro Mayor. En este concierto -sin ser un especialista- creo que lo que faltó fue más unidad en la sonoridad de los instrumentos - uno de los grandes retos de interpretar el repertorio antiguo en Colombia. Algunos arcos del ensamble eran barrocos, otros eran modernos, y -creo- esto afectó el balance en varias obras en las que algunos instrumentos, tanto solistas como del ensamble, fueron opacados por otros con más capacidad para proyectarse desde el escenario. Esto me pasó, en particular con las interpretaciones de Santiago Medina, violinista que en un par de ocasiones tocó como solista y que estaba actuando con un arco barroco.
Estos dos ensambles son de admirar. No solo por su labor musical, con la cual crecen cada día, se ponen metas retadoras, y le ofrecen al público una música que es de todos y para todos. Volviendo al párrafo con el que abrí esta entrada, retomo el título del seriado de Carlos Vives, Loca Pasión, para reslatar la abnegada pasión con la que estas dos agrupaciones (entre otras más que trabajan con espíritu similar) se dedican en nuestro país a trabajar por fuera de las instituciones, sin mayores apoyos por parte del Estado, haciendo un trabajo diligente, disciplinado, que incluye trabajo investigativo y mucha gestión. Son unos bárabaros admirables y pocas veces como sociedad se los reconocemos. Como si fueran cantantes que van de bar en bar, buscando un contrato con una disquera, como el personaje de Vives en el seriado, ensambles como La Sociedad y el Ensamble Barroco de Bogotá, deambulan de escenario en escenario y festival en festival convencidos de su misión y de su música, siempre con abnegada pasión. ¡Gracias! ¡No desfallezcan! ¡Los necesitamos!
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