Nota importante: debí haber publicado esta columna
en junio de 2015. Perdón por la demora
Estoy empezando a escribir esta columna desde París donde estoy asistiendo a Focus. El evento, organizado por el Institut français alrededor de Momentum, un festival de música contemporánea organizado por el IRCAM, ha procurado reunir en la capital francesa a varios presentadores de música contemporánea. Estamos presentes directores de salas de conciertos y, en particular, por tratarse de este género, compositores e intérpretes y gestores que a su vez son directores de festivales de música contemporánea en diferentes rincones del mundo.
Las jornadas han sido intensas pues han incluido tanto presentaciones del sistema de apoyo a la música en Francia, así como presentaciones de proyectos y desarrollos tecnológicos y estéticos de IRCAM, una visita a la nueva Philharmonie, recitales públicos de diferentes ensambles, presentación de proyectos por parte de ensambles, compositores y presentadores franceses, reuniones de negociación directa uno a uno con artistas franceses y, claro, almuerzos, cocteles y reuniones informales.
Para alguien como yo, que vengo de una formación y experiencia marcadamente norteamericana, esta es una visita muy importante. Francia ha sido un foco en el desarrollo de la música a lo largo de la historia quizás con una fuerza incomparable desde que la realeza decidió importar a un italiano rebautizado Jean-Baptiste Lully para que liderara la orquesta de la corte. Son emblemas franceses Berlioz, Debussy, Poulenc y muchos más incluidos no franceses como Chopin y Stravinsky quienes desarrollaron sus carreras en este país. Sin embargo, hay un nombre que en el siglo XX marcó la continuación (casi que la renovación de votos) del apoyo del gobierno francés al desarrollo de la música. De su propio seno, sin necesidad de importarlo esta vez, Pierre Boulez se convirtió en un pensador, compositor, gestor, director e impulsor de la música en su país. Su influencia como artista es sobre todo visible en la creación en los años 60s y 70s del IRCAM -el centro de investigación tecnológico-musical por excelencia- y del Ensemble Intercontemporain, quizás el primer ensamble de música contemporánea en ser financiado por un estado como cuerpo artístico estable.
El apoyo -casi incondicional- a la música contemporánea en Francia es impresionante. Ser compositor en Francia creo que requiere -como en todos lados- cumplir una etapa formativa y una dedicación académica importante. Pero, al contrario de muchos otros países, incluido Colombia, los compositores encuentran en Francia toda una red de programas que les permiten desarrollar una carrera accediendo a comisiones de ensambles nacionales, becas y apoyos que les permiten explorar su creatividad, componer y dar a conocer su trabajo.
Como programador de una sala que presenta desde música medieval hasta jazz y música tradicional de diferentes lugares del mundo, esta visita ha sido importante para reafirmar algunos principios con los que lidero mi trabajo y confirmar que algunas de mis grandes inquietudes profesionales siguen vigentes y que, además, las comparto con algunos colegas de otras latitudes.
Para empezar, creo que hay una frase expresadas por el director ejecutivo del Ensemble Intercontemporain que da pie para discutir algunas de mis inquietudes. En una charla con el grupo de invitados por el IF, el director dijo que el ensamble (el Intercontemporain) era un ejemplo del éxito de la política de economía de oferta hacia la música contemporánea en Francia. ¿A qué se refería? A que el ensamble es un grupo de empleados del estado que solo interpreta música contemporánea. Tal hecho ha disparado todo tipo de políticas en consonancia y coherencia con este hecho como son los diversos tipos de apoyo a la investigación y a la composición. El perfecto reflejo de esto es el inmenso apoyo que reciben tanto el Intercontemporain como el IRCAM, además de la inmensa red de teatros, agencias y entidades que participan en la inversión pública en música contemporánea afectando a creadores, científicos, intérpretes, ensambles y presentadores.
Una economía de oferta implica que se hace una inversión en la generación de un producto en el que se tiene fe para generar una demanda. Es decir, el Estado francés no está esperando a que haya un referendo que apruebe la inversión de grandes sumas en la generación de nueva música. Esto, creo yo, y he aquí una de mis primeras inquietudes, necesariamente implica que hay una oferta gigantesca que incluye tanto cosas excelentes (como el Intercontemporain) como cosas normales y otras claramente malas - todas con mucho o poco pero algo de apoyo estatal. Lo segundo es que cuando los recursos estatales están tan dirigidos a la creación pues hay que crear un sistema mediante el cual se justifique la inversión en creaciones inexistentes.
A lo largo de estos días hemos escuchado una buena cantidad de música pero, sobre todo, hemos recibido presentaciones de hasta media hora acerca de música que ni siquiera ha sido escrita. Claramente este es el país de la ilustración y de Descartes - las obras se piensan, se financian, se escriben y después existen. Pero esto da pie a una música, que si bien tiene un público asiduo -por lo menos en París que fue donde estuve- en un gran porcentaje suena distante, ajena, hiperpensada, con exceso de intervenciones tecnológicas que tras la audición de cinco obras seguidas empiezan a sonar parecidas e innecesarias. Claro, no son todas las obras y hay varias que hacen un uso muy especial de estos recursos. Pero, insisto, creo que es producto de una política de fomento activo en el que se acepta que para llegar a tener una obra maestra toca pasar por escribir y escuchar muchas otras que en muchos casos no pasarán de una audición.
En medio de esta abundancia de música, proyectos e ideas, hay cosas que salen a flote, se destacan y -de alguna forma- terminan justificando la existencia de un modelo con tanta inversión pública. Puntualmente, debo destacar: 1) la calidad del Ensemble Intercontemporain; 2) la calidad de los egresados del Conservatoire National Sueperieur de la Musique et la Danse que escuchamos en una audición privada; 3) la amplia variedad de ensambles con músicos de todas las edades actuando en todo tipo de formaciones y en todo tipo de escenarios y; 4) la gran asistencia a los eventos de música contemporánea programados. Es decir, sí hay un ensamble insigne que promueve el repertorio y que es un punto de referencia para la calidad en su interpretación, al tiempo que salen músicos egresados que son capaces de abordar el repertorio con altísimos estándares y que pueden ser absorbidos por ensambles existentes o pueden formar sus propios proyectos y, como consecuencia de que hay una fuerte actividad musical, hay un público que asiste y discierne.
Estoy terminando de escribir esta columna ya habiendo salido de París. Fueron cinco días agotadores, llenos de información en los que pude reencontrarme con colegas, hacer nuevos amigos, conocer más a fondo a los socios franceses con los que he trabajado y, en particular, cinco días para llevarme muchas cosas de regreso a casa: primero, varias propuestas artísticas francesas que vale la pena presentar en Colombia - estoy seguro que poco a poco irán apareciendo en nuestra programación como siempre lo han hecho; y segundo, muchas ideas para tratar de que la sala de conciertos que lidero pueda tener un papel de fomento a la nueva música un poco más activo que el que tiene ahora. Si bien no tenemos el presupuesto del gobierno francés para ello ni es nuestro papel como sala de conciertos impulsar a este sector como si fuéramos un ministerio, sí somos un actor del medio musical que por medio de su programación visibiliza, puede dar espacios para la experimentación y puede inspirar a compositores, intérpretes, a la academia y a otras entidades públicas y privadas a desarrollar programas que le apunten a que el país pueda tener un ambiente propicio para que las nuevas creaciones tengan espacio de desarrollo y crecimiento.
Le agradezco al Institut français por la organización de Focus y a la Embajada de Francia en Colombia por proponer mi nombre para aprovechar esta oportunidad. Aparte de fortalecer los vínculos de nuestra sala y el país con la actividad cultural francesa, el encuentro con otros colegas internacionales seguramente impulsará el fortalecimiento de redes de colaboración y de flujos de información que redundarán en un mundo con más y mejor música.
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